Queridos amigos lectores;

En 2020 publiqué mi primera novela, «La carta coreana; la emoción invisible». En 2022, publiqué la segunda, «Los peregrinos de Corea». Recibí de amigos cercanos y muchos lectores desconocidos un aliento y un cariño inesperado para mis primeros proyectos literarios. Las dos novelas han ido calando poco a poco en los corazones. Esto ha ocurrido tanto en los lectores en español, como en aquellos que las han leído en su traducción al inglés. Esta aceptación me ha gratificado por los sinsabores de publicar. He visto los libros pirateados por medio mundo sin mi consentimiento. Pero si al final, por una vía u otra, legal y no tan legal…, he conseguido que algunas personas pasen un ratito feliz y aprendan algunas cosas, me doy por contenta.

A mí me hubiera gustado mucho haber terminado 2024 publicando una tercera novela. No es porque tenga mucho que decir. Es porque quiero obligarme a seguir publicando para mejorar como escritora.

Sin embargo, 2024 trajo un punto de inflexión en mi vida profesional. No encontré el tiempo. Tampoco tuve el ánimo para enfrentar la complejidad de una novela.

No obstante, el pasado verano, me llegó por casualidad una sugerencia para participar en un concurso literario de relatos cortos. Me llamó mucho la atención. El único requisito era incluir la palabra «cobre». Me interesó la astucia de la entidad promotora del concurso. Quizás, por deformación profesional, observé que esta Fundación explota minas de cobre en España y en muchos otros países. Lanzaron una campaña de «Responsabilidad Social Profesional» con el concurso literario: La idea es simple y conduce al núcleo de su labor empresarial. Me puse a pensar en cómo sería trabajar en este tipo de empresas multinacionales porque suelen emplear a personas de diferentes países y culturas.

Debo decir que no me han premiado el relato. Pero igualmente estoy agradecida. Me motivó para escribir en un momento en que yo no estaba nada motivada.

Cuando empecé a leer sobre las propiedades del cobre, mi mente comenzó a imaginar una historia con pinceladas de «K-drama». Era posiblemente poco convencional para el jurado de este concurso. Sin embargo, yo disfruté muchísimo.

Algunos amigos que leyeron «KOOPER» este verano me han insistido en que vea la luz. Así que he pensado en ofrecer el relato como regalo para mis lectores del blog y redes sociales (en tanto llega mi tercera novela, que llegará…)

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Por último, recordad que el valor de un regalo no es su precio, ni siquiera su valor; al regalar en Navidad algo de nuestro esfuerzo, de nuestro tiempo, o un regalo comprado en una tienda, lo que estamos celebrando es el regalo que Dios nos hizo al entrar en nuestros corazones. ¡FELICES FIESTAS!

Con todo mi afecto, ESTHER CAMPOS